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martes, 11 de octubre de 2011

Noche de primavera

de Lautaro

Ella se acomoda el pelo, dando un pequeño semicírculo con el flequillo, llegando detrás de su diminuta oreja derecha, casi como si al finalizar el recorrido se acariciase… una enorme sonrisa roja  y blanca, tímida, casi incomoda, provocativa, atractiva, paradójicamente entendida nada más que por ella, ahí plasmada en su pequeño pero  llamativo rostro...Las piernas cruzadas dejaban relucir sus botas nuevas de caña corta, que ella mostraba feliz, casi con indisimulada displicencia, aunque era más consciente de ellas que del entorno que la rodeaba.
Las manos también cruzadas, pendían de su rodilla derecha, miraba hacia su derecha, con la mirada cómplice hacia ningún lado, sonreía como si con ese gesto él entendiese algo, pese a que no se mirasen a los ojos… a pesar que él poco y nada comprendiera de la situación…ella se humedece lentamente los labios y muestra el blanco perfecto de una sonrisa más perfecta aún, como si no bastase con su sola presencia para hacerlo temblar, revolucionarse, ella lo sabe perfectamente y aunque nada fuese a suceder, se siente tentada,  casi magnéticamente entregada a la idea de llevar aquella sensación hasta un extremo insoportable, sólo para explotar la burbuja del deseo en el preciso y exacto momento de modo tal que no acarree ninguna consecuencia no deseada. Claro, en eso la experiencia le sobraba…
El la mira, la observa, la estudia y piensa…sólo se dedica a contemplarla con una sonrisa, se encuentra extrañamente pasivo, no suele ser así… recostado hacia atrás, las piernas cruzadas al igual que ella…la contempla absorto, abstraído y piensa… sonríe, piensa y vuelve a sonreír…toma algunos sorbos de su trago, que ya muy largo se ha vuelto después de hora y media de muchas palabras e incontables ideas, imágenes y pensamientos…
-          Ella: …“¡Y así estamos!”...finalizando el relato, que poco le importaba a él, de hecho nada más le interesaba que seguir contemplándola, y la escucharía hasta el infinito mismo si fuera necesario con tal de seguir teniéndola en frente suyo… - “¡El trabajo bárbaro por suerte! Excepto por la semana pasada, que estuve haciendo unos relevamientos, ¡no sabes que terrible! Jajaja ¡imaginate a mi haciendo el relevamiento de todos esos datos! Pero bueno, que se yo, es solo una vez al mes de última y me olvido”… Ella vuelve a humedecerse los labios, esta vez rápido en el labio superior , sin embargo lento y suavemente mordiéndose el inferior… no lo hace intencionadamente, simplemente así le invita la velada para hacerlo, quizás sea el alcohol que le exaltaba los sentidos, el vestigio de sabor cítrico del caramelo que tuvo hasta hace pocos minutos en la boca… La sonrisa sigue inmanente en su rostro, como si sus labios tuvieran naturalmente esa posición siempre…
-          El: … “¿Te diste cuenta cómo florecen de imponentes los lapachos por esta época?”...no quiere decir eso, pero fue lo primero que se le cruzo por la mente mientras mira abstraído de la conversación hacia afuera, embriagado en sus pensamientos e intentando ordenar las ideas… La ciudad refulgente regalaba un perfecto juego de luces, autos que pasaban, gente que acompañaban el paisaje preciosamente caótico de una espléndida noche  primaveral… Ella, un tanto desorientada por la interrupción, asiente, ahora con una mirada un tanto más seria hacia el mismo lugar a donde él tiene fijada la vista… entrecierra los ojos y frunce los labios, los empuja hacia adelante como concentrada… No entiende bien, pero no quiere ser descortés, después de todo admiraba cómo pensaba y sabía que cuando se decidía a hablar, algo interesante salía de él… Por su lado, él abstraído en sus pensamientos, repletos de ella y de quién sabe qué más, se siente invadido por una inconmensurable sensación de plenitud… De pronto ella ya no importa durante algunos segundos, no interesaba su pose, ni que su trago fuese una extraña composición de alcohol y agua de hielo derretido… Sólo importaba la sensación en sí…  esboza una silenciosa risa, extiende su mano izquierda, la deja caer marcada pero gentilmente sobre el posa brazo del sillón de cuero blanco, cierra el puño y vacilantemente se decide …
-          Ella: “Me parece fantástica la vista de este lugar. Parece que la ciudad tiene un perfecto equilibrio entre tranquilidad y movimiento intenso, entre paz y guerra. Me encanta el lugar que elegiste”… El sigue con la mirada hacia afuera y la sonrisa dibujada… estira para abajo los labios y con un ligero movimiento  los recorre con sus dedos, como si necesitase la certeza de saber que se encuentran ahí, mueve el pie izquierdo que mantiene cruzado de su pierna derecha, revolea los ojos hacia ella manteniendo fija y penetrantemente la mirada, aclara la voz, sabe exactamente el tono que va a utilizar y lo que va a decir…
-          El: “De un tiempo a esta parte no dejo de hacerme una y otra vez una pregunta”.
-          Ella: “¡Huy qué bueno! ¿Otra disquisición filosófica? ¡Já! Mira que después de este segundo trago no sé si tengo  las neuronas funcionando como deben.”.
-          El: “...” No se inmuta.
-          Ella: “¡Dale bobo! Te molesto nomás, decime, ¿qué cosita anda haciendo ruiditos por esa cabecita?”.
-          El: “No paro de preguntarme… ¿Qué sabor tendrá tu boca?”
-          Ella: “En este momento a la menta del mojito ¡Já! Dale, en serio, ¿en qué pensabas?”
-          El: “En lo que pregunte, tan simple como eso”… Ella queda estupefacta, no esperaba semejante embate, tanta frontalidad, dudó en recostarse hacia atrás, pero no pudo, algo la compelía a quedarse en la misma postura, sin vacilar… De pronto todo dejo de tener existencia, todo se paro o giro más rápido, ya nada importaba… Sólo supo que su espectro de visión se fijó inexorablemente en su boca, cerró las manos como guardando fuerzas, dudo otra vez más, tomó consciencia de sus propios labios como desde un largo tiempo no lo hacía… Sus músculos se tensaron, sus sensaciones se dispararon exponencialmente y reino un sugestivo silencio…
-          Ella: “... No sabría decirte, me tomas desprevenida, no… no... se me había ocurrido…de hecho nunca me preguntaron algo así. Es decir vos sos...” El interrumpe el silencio de sus palabras…
-          El: “No te pregunte si me besarías, pregunte que sabor tendrán tus labios”… Ella lo mira extrañada, no sabe cómo reaccionar…
-          Ella: “Ehhhh, mira, vos….”… El la interrumpe nuevamente…Vuelve la mirada al lapacho, en un segundo vuelve a abstraerse, como a ausentarse de la conversación y fuera para sí mismo…
-          El: “¿Qué es un beso?”…
-          Ella: “….”
-          El: “¿Qué es sino el mayor acto de transcendencia?”
-          Ella: “¿Trascendencia?”… Un poco más suelta, cree haber encontrado un lugar en el cual descansar de la idea y descifrar la pregunta que la tomó por sorpresa, que sin embargo le despertó un inusitado interés, pese a que no lo admitiría…no aún al menos…El seguía abstraído, desarrollando su pensamiento…
-          El: “… Por lo general el primer y más significativo, más intenso y de mayor conexión, entre dos personas, es al momento del beso. Es la forma de trascender de uno mismo para volverse uno con otro. Es un momento en el que dejamos que todo fluya, de absoluta entrega… Instante en el que todas las palabras dichas se reducen a un único acto… en el que todos esos deseos como sensaciones inexplicables hablen un idioma genuino… no hay mayor comunicación entre dos personas que en ese tan específico momento. Nunca el latido es más agitado, nunca uno es tan consciente de los propios labios hasta en ese instante, jamás se entiende más de distancias sino cuando estamos a escasos centímetros de esos labios, tan cerca y tan lejos a la vez… ahí cuando dejamos de respirar abruptamente como preparándonos inconscientemente para lo que vendrá y luego del primer contacto soltamos un largo y satisfactorio suspiro, para luego volver a vivir… Entonces sucede el primer tacto… Dios santo… el primero tacto es algo indescriptible… Es la parte donde sabemos absolutamente todo de la otra persona en una simple caricia… Donde constatamos qué y cuánto sentimos… Es la puerta a la más seductora invitación, la más perfecta prueba de nuestro cuerpo escapándose de sí, donde ya nada interesa, donde lo único a atender es al movimiento, a los sentidos de cada palmo de nuestra boca y de la ajena, momento en el cual dejan de ser tuya y mía y pasan a ser… simplemente a ser…  trascendentes… Es por eso que cerramos los ojos, puesto que ese vuelo; ese escape de uno mismo implica la mayor de las concentraciones… Luego cada uno le da la forma que desea… Como un artista, cada uno le imprime se sello personal…  Jamás experimentamos mayor satisfacción que cuando ese arte se condice con el compás de la danza entre los labios, así con los ojos cerrados, diciendo nada y todo a la vez, creando una perfecta sociedad… Nunca somos tan sinceros como al momento de besarnos... Es la ante sala de un centenar de sensaciones y el cierre de un millón más… Es un paradójico momento en el que se pierde toda noción de tiempo, espacio, forma y sin embargo absolutamente todo tiene sentido… Es sencillamente el acto más atávico, primitivo, humano, trascendente y divino que existe…“…
Por unos segundos el silencio es eterno… El se levanta repentinamente, mira de reojo la cuenta y deja lo suficiente para saldar lo consumido más una considerable propina… La mira con seriedad, como si súbitamente hubiese decidido que ha sido suficiente, como si ahí se hubiese acabado el encuentro…
-          El: “Vamos, te acompaño hasta tu casa”… Ella lo mira estupefacta, la expresión de su rostro no podría ser más evidente, pese a que él  parecería no interpretarlo así… Ella se encuentra absolutamente extasiada, una revolución de ideas y sensaciones recorren su cuerpo y mente, no comprende por qué luego de semejante discurso reacciona de semejante manera, nada aparenta tener sentido… En ella reina el caos, él la desubicó completamente, le quito el eje y la transportó para luego arrojarla a la nada… Quiere decir algo, pero no puede, no encuentra qué decir, no pueda salir de su asombro, titubea y finalmente se rinde, pese a todos sus instintos decide sin pensarlo obedecerle… Se levanta y se dirige a hacia afuera, sin decir palabra alguna… Ambos tienen la mirada fijamente perdida… El camina serio, pensativo pero su estado era contradictoriamente reconfortante, como si emanara una tranquilizadora sensación de paz… Ella, camina contrariada, no sabe qué hacer ni que decir, se encuentra totalmente agazapada, expectante, de pronto pareciera que sus sentidos se exaltaran y la adrenalina fluyera interminablemente y cada suceso alrededor fuera absorbido por su cuerpo…  la ciudad de pronto se volvió insoportable… casi como si todo su peso pendiera sobre sus espaldas…
Sólo faltan metros para llegar, ella intuye con toda certeza que algo habrá de ocurrir, tiene que, debe de ser así… Sus sentidos se exaltan aún más, no puede pensar claro, esta abrumada, no quiere hacer lo que presiente que va a suceder, pero siente que es inexorable, la presión de cada parte de su cuerpo así se lo exigen… De pronto, casi sin darse cuenta se encuentran en su puerta, llegaron por fin…
Ella toma rápidamente sus llaves de un bolsillo externo de la cartera, mirando hacia abajo, se da media vuelta sobre sus talones… levanta ligeramente la cabeza, lo mira más fijo que nunca, no sabe muy bien por qué, pero así lo hace… Sigue sin conseguir hilvanar frase alguna, se encuentra tan contrariada que no ve otra salida que la entrega absoluta al momento…
El toma con ambas manos su rostro, firme, decidido pero con total delicadeza… Se acerca muy despacio hacia ella y extiende ligeramente los labios… Ella pierde el control, se paraliza, sus sentidos se exacerban, su mirada se fija aún más penetrantemente  los labios de él… el pulso le tiembla, la transpiración en sus manos es inevitable… su respiración se agita cada vez más, la duda que plantó sus palabras todavía resuenan como un conjuro del cual no puede evadirse…  Su corazón palpita estrepitosamente, su temperatura se eleva exponencialmente… en su pecho sucede una implosión incontrolable… sus labios se tornan extremadamente carmesí, parecieran que la sangre que fluye a borbotones por ellos hicieran que tengan latido propio… No cabe dentro de sí, no lo soporta más, su boca pide exasperantemente en silente grito que ponga fin a semejante revolución… Ahora es el momento… quiere escapar, pero no puede… Incontrolable y extasiada cierra los ojos y se abandona definitivamente a la sensación… El se acerca a milímetros de su boca, sienten la respiración de cada uno, espesa, una sola a punto de evaporarse, agitada… sus aromas se confunden y el calor de sus cuerpos concentrados como dos soles en imposible eclipse… Ella toma una fuerte bocanada de aire, se humedece los labios y se prepara para lo inevitable, el alivio, la satisfacción de su duda… Entonces él súbitamente baja su rostro… suave, gentil, firme y sentidamente besa su frente…
Ella luego de unos segundos reacciona, sale del estado de trance… No comprende, siente que abruptamente le arrebataron el único remedio que acabaría con esa guerra interna… Abre los ojos y lo busca… Tarda en verlo… ya no estaba frente a sí… se encontraba a algunos unos pasos de distancia… camina a paso lento, con los hombros hacia arriba, los brazos extendidos, rígidos, las manos en los bolsillos y cabizbajo… Su contradicción se transforma en indignación… Cierra los puños y en tono inquisitivo…
-          Ella: “¿¡Por qué!? ¿Por qué todo esto? ¿Para qué? ¿¡Qué pretendes lograr con este absurdo!?”

El se da media vuelta sobre sus talones, sin dejar de caminar… tiene esbozada una media sonrisa…

-          El: “Que entiendas de una buena vez”.
-          Ella: “¿¡Entender qué!?”.
-          El: “Que te amé tanto… con tanta convicción… durante tanto tiempo… que hasta perdió sentido la frase misma… Que todo aquello que acabas de sentir, ese beso que no recibiste es el que yo te di con la mirada desde el primer momento que te vi… Y tanto así fue, que necesitaba que comprendas que un beso como el que mencione, como el que necesitaste, por el que acabas de suplicar con todo tu ser, por el que ansiaste trascender desesperadamente, se da sin otorgar previas razones convincentes, sin argumentos persuasivos… ¡Se da por total, absoluta y entera convicción y no por duda!... Tanto lo hice con la mirada, con el pensamiento y sentimientos, que la única duda que me cupo durante todo este tiempo fue simplemente saber qué sabor tendrían tus labios… Y parece que seguirá de esa forma indefinidamente…”… Da media vuelta y sigue su camino…
Ella lo ve alejarse… no tiene reacción alguna… Le asestó un dardo directo al alma… La mirada inquisitiva se esfuma y comprende al fin… algo le aprieta el pecho, no la deja respirar… De pronto, todo tiene sentido, su mundo eclosiona y se detesta por tener ninguna defensa frente a ello… El se va perdiendo en la distancia… Puede sentir su mirada clavada en la nuca… Quiere volver, quiere correr hacia ella, pero continúa a paso lento y decidido… Siente la brisa primaveral acariciarle el cuerpo en delicado recorrido… su piel se eriza… se siente reconfortado… Levanta la mirada y la ciudad le regala un exquisito cielo brillante y despejado… Todavía esboza esa media sonrisa y piensa… Es una noche perfecta… Una perfecta noche de primavera…







4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Lautaro: me encantó tu cuento, estaba haciendo arroz con leche para mis hijos mientras lo leía y me olvidé, el arroz se quemó y la cocina se llenó de humo, asi que está de más decir que me resultó atrapante. Me llamo Livia y escribo en Palabras en ronda.

Anónimo dijo...

Somos tres chicas, tomando mate y leyendo tu cuento... Tuvimos tan metidas en la historia que casi salimos corriendo a darle un beso! Esperamos con ansias, un nuevo cuento!!!! Felicitaciones!!

Anónimo dijo...

Excelente cuento!...no podria haber palabras mas justas como las utilizadas en la historia, para hacerle llegar al lector los olores, texturas, gustos, y sentidos que hicieron increiblemente imaginarme sentada en el lugar de "ella". Me transmitio muchisima paz!

Anónimo dijo...

Lautaro que buen relato de una noche para no olvidar. Muy bueno realmente! Agustín Spina